¿Dónde demonios voy?
Elegir destino en función del presupuesto, las ganas de sufrir calor, y la cantidad de veces que has visto ese sitio en Instagram.
Elegir destino: la ruleta viajera
Lo primero que surge cuando el gusanillo viajero empieza a picarte no es “qué llevar en la maleta”, sino “¿dónde me escapo?”. Porque seamos claros, según el presupuesto puedes acabar en Maldivas tomando cócteles con sombrillita… o en Cuenca comiendo bocata en una rotonda con vistas al Mercadona. No todo es glamour, chiqui.
Viajes baratos VS Lujo de Instagram
Si eres de los que tienen un monedero que llora cada vez que lo abres, no te preocupes: Europa está llena de joyitas low cost. Ciudades como Lisboa, Budapest, o la mágica Praga ofrecen cultura, vistas de ensueño y precios que no te obligan a vender un riñón.
Por otro lado, si te ha tocado la lotería (o simplemente eres un ser afortunado), puedes presumir de haber estado en Santorini, con sus cúpulas blancas y puestas de sol que parecen sacadas de un anuncio de perfume. Y no olvidemos Bali, donde hasta los desayunos son dignos de influencers y el wifi te permite subir stories mientras finges una vida perfecta.
Destinos según tu personalidad (y tu nivel de drama)
Viajar no es sólo moverse: es exponerse al mundo con toda tu mochila emocional. Así que aquí va una guía turística emocional:
Para el zen empedernido: Kyoto. Paseos por jardines que parecen de cuento y templos donde por fin no se oye la vocecita interior que te grita “¡date prisa!”.
Para el fiestero nivel Dios: Ibiza. Música electrónica, arena entre los dedos y recuerdos que probablemente olvidarás a los dos días.
Para el romántico melancólico: París. No importa si estás soltero, con pareja o en una cita contigo mismo, la ciudad te regala luces, vino y croissants que curan el alma.
Turismo de postureo: “Yo he estado ahí”
¿Quieres que tus amigos mueran de envidia con tus fotos? Apunta estos destinos:
Marrakech: El zoco, los colores, las alfombras voladoras (bueno, eso no). Ideal para decir que te has perdido en un laberinto de cultura.
Nueva York: Selfies en Times Square, pizza tamaño cama de matrimonio y taxis amarillos que aparecen más en Instagram que en la vida real.
Tokio: Si quieres una mezcla de futuro y caos adorable, este es tu sitio. Robots que te dan la bienvenida y cafeterías con gatos que te juzgan silenciosamente.
¿Planificación o locura viajera?
Aquí es donde se separa la gente precavida de los amantes del caos. Los primeros planifican con Excel, itinerarios horarios y control del clima. Los segundos reservan el vuelo en la madrugada después de un par de cervezas y rezan por no acabar en una cabaña sin luz.
Pero hay puntos intermedios. Apps como Skyscanner o Rome2Rio te salvan la vida, y saber qué enchufe se usa en Tailandia puede evitar que acabes buscando adaptadores en pleno mercado nocturno.
Conclusión: viajar para vivir (y reírte un poco)
Elegir destino no es sólo cuestión de mapa, sino de estado mental. A veces necesitas playas para resetear, otras una ciudad que te abrace con caos. Lo importante es salir, explorar, equivocarse de tren y acabar descubriendo un sitio que jamás pensaste que te enamoraría.
Porque al final, viajar es el arte de perderse… con estilo. Y si además consigues una buena foto y un recuerdo que te saque una sonrisa cuando estés en el atasco de cada lunes, misión cumplida.